“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. II Cor 1:3.
Hoy es un día de misericordias y un día de consolación. No solo porque puedo vivir este día disfrutando de la misericordia y de la consolación de Dios, si no además porque puedo ser un canal para que la misericordia y la consolación toquen y llenen el corazón y la vida de alguien que pueda estar cerca de mí.
Hoy, podré disfrutar de esa misericordia y de esa consolación porque tales bendiciones llegan desde la fuente de toda alegría y esa fuente no es una cosa, más es una persona: La persona de Dios. Porque este es un día de misericordia y de bendición es que puedo bendecir con toda mi alma al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien a la vez es también mi Dios y mi padre.
Por eso podré decir hoy como el salmista: “Yo he confiado en tu misericordia; mi corazón se regocijará en tu salvación” Sal 13:5. “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida y habitaré en la casa de mi Padre por siempre” Sal 23:6.
Si no podemos disfrutar de la misericordia y de la consolación, realmente es muy difícil poder vivir porque nuestros corazones están hambrientos de estas dos cosas.
Hoy, por lo tanto levantaré y bendeciré con mi voz al Señor porque es mi Dios y Padre de toda misericordia y de toda consolación. Hoy es día de consolación porque en medio de las turbaciones y los conflictos que querrán despojarme de la paz que tanto anhelo, Dios no solo me muestra su misericordia, sino también su consolación. Por eso el Apóstol Pablo escribió: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, afín de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza, pero el Dios de la paciencia y de la Consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús” Rom 15:4,5.
Señor, es en medio de la multitud de tus tiernas misericordias que tengo el privilegio de llegar ante tu trono y con alegría profunda cantar junto con el salmista: Tu misericordia es mejor que la vida. Tus beneficios, misericordias y consolaciones sobre mi son más numerosos que las hojas de los árboles del bosque.
Tu diaria bondad viene a ser para mi como el aire fresco de cada amanecer. Tu gracia me sustenta hora a hora desde la salida del sol hasta el anochecer y aún mientras duermo ella destila sobre mi espíritu como el dulce rocío que cae de tu mano.
Hoy aprendo que disfrutando de tus misericordias y tu consolación las cargas vienen a ser una bendición y las dificultades como alas. Gracias Señor. Amen.
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