Hay un
momento en que no importa cuán maduro estás en la fe, llegas a frustrarte en la
constante lucha con tus deseos pecaminosos. Cada día te puedes llegar a sentir
hasta un poco peor y pierdes toda motivación de practicar la piedad. Sé que es
sentirse así, y lo difícil que es salir de ese pequeño círculo vicioso entre
altas y bajas.
El último
cuatrimestre del año pasado estuve muy presionado con el ultimo cuatrimestre de
mi carrera, muchas cosas en el trabajo, situaciones cerca de mí que me
afectaron en todos los ámbitos de mi vida, haciéndome sentir muy mal conmigo
mismo y despacio me iban alejando de pasar tiempo con Dios y dándole espacio al
ocio entreteniendo mi carne. En medio de todo esto me sentía un poco cansado de
haber dejado que todo mi tiempo se haya perdido sin haber honrado a Dios, le conté
a una muy buena amiga mi incomodidad, porque sentía como todos alrededor de mí
se veían tan perfectos en su vida cristiana, como para ayudarme con compasión,
ella me dio de los mejores consejos que he recibido en años:
Ir todos los días a la cruz,
agradecer y pedir fuerzas.
Con este
consejo aprendí que siempre fallaremos pero lo importante es ir a buscar gracia
cada día al trono del Señor, ser agradecidos y confiar en la fuerza que tenemos
en Cristo más que en las nuestras. No habrá un día en que no tengamos que
negarnos a nuestros deseos o corregirlos, pero lo importante es reconocerlos, y
darles la espalda, como dice la palabra:
A ustedes no les ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea humana; pero Dios es fiel y no permitirá que
ustedes sean sometidos a una prueba más allá de lo que puedan resistir, sino
que junto con la prueba les dará la salida, para que puedan sobrellevarla.
1
Corintios 10:13 (RVC)
Puede
parecer difícil volver a tomar el ritmo que llevabas antes pero no te rindas,
este camino no es para los que se rinden, más Dios nos fortalece cada día. También
quiero aconsejarte que no te desanimes con lo tan perfecto que puedan actuar
tus demás hermanos en la fe, son de carne y hueso como tú, necesitan la misma
gracia y misericordia que tú. Ora por ellos y cuando caigan ámalos y ayúdalos
con la misma compasión con la que él Señor te ayudó.
Cada
santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro. -Oscar
Wilde
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