Seamus, un hombre originario de los Estados Unidos, relata cómo Jesús lo liberó después de haber sido atormentado por espíritus malignos desde su infancia.
A pesar de haber crecido en una gran familia cristiana de siete hermanos en Nueva Zelanda y de asistir a la iglesia todos los domingos con sus padres, Seamus nunca había tenido un encuentro personal con Cristo. Él cree que su fe en Jesús no era realmente suya, sino que se debía a la admiración que sentía por su padre y a la creencia de que el Dios de su padre era su Dios también.
Desde niño, Seamus era visitado con frecuencia por demonios, pero no hablaba de esto con nadie porque creía que era su culpa. A pesar de estar perturbado, simplemente aceptó su presencia y trató de ignorarlos.
Para aquellos que luchan con adicciones y desean tener una nueva vida, Seamus aconseja que el orgullo no es útil. Él vivió con dolor y agonía durante mucho tiempo porque quería su propia soberanía. Por eso, aconseja buscar ayuda y acercarse a Dios, quien siempre responderá a quienes lo buscan. Según Seamus, no hay nada que Jesús no pueda redimir.
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