En medio de una universidad llena de voces, estilos y culturas, un grupo de jóvenes decidió levantar una voz diferente: la de la adoración a Dios.
Mientras a un lado se presentaba un grupo de K-pop con bailes y entretenimiento, al otro, estos valientes adoraban públicamente con cantos, manos alzadas y corazones rendidos.
No estaban compitiendo… estaban mostrando que, aun en ambientes donde todo apunta hacia el entretenimiento y lo pasajero, hay una generación que no se avergüenza de Cristo.
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