Es necesario que pongamos esta palabra en nuestro corazón y que venga a formar parte de nuestros huesos; Es necesario que la adoración sea un fruto natural de nuestro ser.
Hay que obligar a nuestra alma a adorar a Dios, así lo hacia el rey David, de modo que cuando no tengas ganas, di: “Alma mía alaba, has sido creada para alabar a Dios”. ¡Qué hermosa sinfonía habrá cuando todos alabemos a Dios!
Nadie puede alabar igual a otro porque cada alma es única y particular delante de los ojos de Dios, Él te ha dado características y dones únicos y tu le agradas a Dios con esa característica que él te ha dado que es única. Por lo tanto, cuando tú le alabas es como cuando llora un niño en el hospital: Hay cientos de niños llorando, pero la madre sabe reconocer a su hijo en medio de los otros llantos; igual es Dios, conoce exactamente cada hijo que le adora y le alaba. Palabras de Bruno.
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